jueves, 19 de mayo de 2011

Testimonios


 TESTIMONIO DE DINA, MUJER MALTRATADA

A 16 de Abril de 2011


        El siguiente lunes fue el primer día en que Dina asistió a trabajar a la escuela primaria que le asignaron. Quedaba lejos de su casa por lo que muy temprano pasó a encargar a su hija con sus vecinos. Tuvo que tomar dos autobuses para llegar un poco antes de la hora de entrada de los alumnos, y presentarse con el director de le escuela. Estaba más que emocionada. Muy nerviosa por su primer dia de clases pero con mucho ánimo y con la esperanza de hacer bien su trabajo, pues ello significaba la oportunidad de hacerse completamente independiente de su marido, el que por cierto, no tenía la menor idea de que ese mismo día en que el se encontraba muy lejos de la ciudad, en un lugar que la chica ni siquiera conocía, ella estuviese acudiendo a trabajar, buscando un mejor porvenir.
 
        Cuando el director de la escuela la presentó con los niños, se sintió reconfortada y sus nervios desaparecieron rápidamente. Esas caritas curiosas que la veían con mucho interés, la hicieron sentir por primera vez que su vida valía la pena, y que con su esfuerzo podría tratar de mejorar las condiciones de sus alumnos, enseñarles a ser hombres y mujeres de bien, influir en su forma de pensar y de actuar para que ni uno de ellos actuara como ella o como su marido; para que las niñas en su papel de futuras esposas hicieran valer su dignidad y no se dejasen nunca golpear por sus parejas, y los niños como futuros esposos evitaran maltratar a las mujeres y en cambio les ofrecieran respeto y cariño, lo que a ella le había faltado hasta ahora.

        El trayecto de la escuela a su casa le pareció una eternidad. Con los conocimientos que había adquirido con los pocos estudios realizados, logró sacar adelante las lecciones de ese día. Cuando llegó por su hijita casi no podía platicarles a sus mentores la maravillosa experiencia que había vivido. Estaba sumamente emocionada y agradecida. Las lágrimas y las risas, fluyeron esa tarde de los tres. Era definitivamente el principio de su nueva vida. 

Ya por la noche, después de alimentar a su hija y acostarla a dormir, Dina se sentó a la mesa de su casa para repasar la lección del siguiente día, a la media noche y en medio de un profundo silencio, hizo una pausa y se dio cuenta que ya no se sentía sola y disfrutó el silencio de su hogar, y comprendió que a partir de ese día ya no se sentiría angustiada por no tener a su marido a su lado, y que toda esa profunda tristeza que antes sentía por su ausencia, sería compensada por la ilusión de tener un trabajo, y una oportunidad de buscar un mejor futuro para ella y para su hijita, y sintió coraje en contra de ella misma por no haber sido capaz de hacerlo antes, pero también al final comprendió, que nunca es tarde cuando se tienen las ganas de valorarse como persona y como ser humano.  


 

TESTIMONIO DE MIRIAM, MUTILACIÓN GENITAL FEMENITA EN ETIOPÍA 

      Millones de niñas y mujeres de Etiopía son sometidas cada año a prácticas culturales tradicionales muy perjudiciales, que dañan su integridad física y mental, y violan claramente sus derechos humanosfundamentales. Entre dichas prácticas se incluye la mutilación genital femenina.

      En muchos grupos rurales de Etiopía, niñas de 10 años son secuestradas en el camino de vuelta a casa, tras el colegio. A estas niñas se les viola, se les practica la circuncisión y se les fuerza a que se casen con la persona que las ha violado. 

      Con la violación, la pérdida de la virginidad supone que la niña deja de ser niña y la familia no tiene otra opción que la de aceptar al violador como su marido. La mayoría de las mujeres no tienen otra elección que la de aceptar convertirse en las esposas de sus violadores.

      A Miriam (no es su nombre real) le ocurrió esto cuando tenía diez años y estaba en su primer año de la escuela elemental en Durame, su pueblo, al sur del distrito de Kembatta. Vivía con su abuela en un pueblecito llamado Kuya'a, cuando la secuestró un hombre que tenía tres mujeres y que en aquellos momentos estaba viviendo con su cuarta mujer. Miriam lo conocía como un aldeano más del pueblo.

      En mayo de 2000, después del colegio, su abuela le dijo que fuese a comprar café y, cuando estaba volviendo a casa con otras dos mujeres, este hombre se la llevó a las afueras del pueblo, donde la violó. Al día siguiente le practicó la mutilación genital. Miriam escribió una carta a un grupo de la iglesia, pidiendo ayuda, que la llevó a una casa donde se quedó a vivir. En septiembre de 2003, se encontró otra vez al mismo hombre mientras volvía del colegio. 

      Esta vez ella le dijo que no le hiciese daño, que se iba con él. La llevó a casa de una hermana suya, donde pasó todo el día, pero logró escapar. Tres días después llegó a la casa donde vivía, sin perder el miedo. A él lo metieron en la cárcel la primera vez que la secuestró, pero logró salir de allí gracias a que alguien pagó una fianza por él. La segunda vez también lo metieron en la cárcel, pero logró escapar.







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